Como manda la tradición independiente de mi casa, hoy es el día que siempre hemos decorado el árbol para las Navidades… pero me encuentro tan apático y con una sensación de revuelto de tripas y estomago tan agudo, que me tiene más anulado que el gol entre Perú y Argentina en el clasificatorio para los JJ.OO. de Tokio. No tengo ganas y mucho menos tengo ánimos, ni para inspirar – (es un decir; porque como sabéis, los zombies no respiramos ni pagándonos 1200 euros de salario mínimo interprofesional) -, ¡¡gruuuuuuu!!. Es una sensación tan sumamente asquerosa, que le da 100.000 vueltas al conjunto de granos purulentos que recubren todo mi cuerpo serrano caducado desde hace 20 años por lo menos. Por mucho que he intentado esforzarme ¡¡¡gruuuuuuuuuuuu!!!, tan solo he conseguido sacar el dichoso arbolito… ¡aaaaaah!, otra cosa mariposa… para recordar donde estaba la base del susodicho arbolito – (no hace falta que os recuerde la memoria que tenemos los pululantes sin vida) -, pues como os estaba contando… me he pasado toda la mañana y parte de la tarde, intentando recordar donde carámbanos* había dejado la caja donde guarde la base para plantar el pino…
- “si al final lo tendré que plantar en la taza del wáter… ¡¡ya lo estoy viendo!!
Pues bien… después de estrujarme el cerebro que no tengo, lo encontré; o igual me encontró ella a mí, porque lo cierto es que la tenía todo el tiempo delante de mis rancios ojos – (si llega a ser un carroñero, no deja de mi ni la uña del dedo meñique ¡¡gruuuuu!!) -.Aquella búsqueda durante o más de medio día, aparte de la limpieza diaria de la casa, vajilla, etc…, me dejo en un estado catatónico tan agudizado, que las pestañas se me cerraban hasta de pie.
Así que… la tradición familiar de toda la vida, quedo en un arbolito plantado en su base y con una tira de luces blancas enrolladas alrededor; y yo… este zombie del tres al cuartos, enroscado en posición fetal y roncando como un camión con el tubo de escape agujereado.
Pues bien… después de estrujarme el cerebro que no tengo, lo encontré; o igual me encontró ella a mí, porque lo cierto es que la tenía todo el tiempo delante de mis rancios ojos – (si llega a ser un carroñero, no deja de mi ni la uña del dedo meñique ¡¡gruuuuu!!) -.Aquella búsqueda durante o más de medio día, aparte de la limpieza diaria de la casa, vajilla, etc…, me dejo en un estado catatónico tan agudizado, que las pestañas se me cerraban hasta de pie.
Así que… la tradición familiar de toda la vida, quedo en un arbolito plantado en su base y con una tira de luces blancas enrolladas alrededor; y yo… este zombie del tres al cuartos, enroscado en posición fetal y roncando como un camión con el tubo de escape agujereado.
Continuará…
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