Uno sabe cuándo es el momento de cerrar los ojos y viajar a mundos por descubrir o demostrar que existen… ¡¡¡Gruuuuuuuuuuuu!!! Parece prodigioso como el misterio puede paralizar a las personas, y a mí lo que me suscita es una enorme excitación por cruzar el puente y entrar en el dilema del no saber que me espera una vez lo haya traspasado. Quiero cerrar los ojos y teletransportarme a universos donde el yo no exista, donde la desazón del día a día se cambie por la armonía del infinito, donde el silencio sea la melodía eterna de un idílico sueño de verano y donde los besos de un caballero blanco sean el pecado más dulce jamás imaginado. Uno sabe cuándo es el momento de cerrar los ojos. Y si no lo sabe, en el mejor de los casos le apetece cerrarlos para poder pasar a realidades más inmortales o con una materia gaseosa… dejarse llevar… despojarse del peso de la piel y volar por un imperecedero cosmos lleno de incógnitas por no existir cartografía alguna donde haber investigado antes, y sentirse un excitado explorador por alguna selva virgen. Adentrarse en lo desconocido y dejar atrás un mundo evolucionado tecnológicamente, pero pobre en humanidad.
¡¡¡Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu uuuuuu!!! Uno sabe cuándo es el momento de cerrar los ojos, uno quiere y no puede… por que la cobardía forma parte de su ADN y además piensa, que las promesas siempre se deben cumplir.
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